TE RECIBIMOS EN LA FAMILIA DE DIOS
Manual del clero y líderes laicos para el discipulado de adultos y jóvenes
por
El Revdo. Dr. Juan M.C. Oliver
Guardián del Libro de Oración Común
Santa Fe, NM 2019
Introducción: Urge el discipulado
Urge hacer discípulos. Urge, porque los discípulos de Cristo no crecen como naranjas en los árboles. En el tercer siglo, Tertuliano ya lo había notado: “¡los cristianos no nacen! ¡Se hacen!” Es precisamente para hacer discípulos que existe este proyecto . En el proceso, los que ya somos discípulos ahondaremos nuestro compromiso con Cristo y su Iglesia.
Aún hay cientos de miles de personas que al preguntarle si pertenecen a alguna religión, inmediatamente contestan: “¡Síii, católico, claaaaro!” Pero no han estado en una iglesia por años, no participan en ninguna liturgia, no saben interpretar la Biblia, no rezan y no velan por los pobres y más necesitados. Es decir, no son cristianos maduros. Son cristianos porque están bautizados, pero son cristianos en ciernes. Anteriormente, la cultura misma o la costumbre familiar, o la abuela, hacían discípulos. Pero ya no vivimos en aquella época. Hoy la gente se une a la iglesia porque quiere. Debemos averiguar, pues, cómo ayudar a la gente pastoralmente a ser miembros comprometidos de una iglesia episcopal –esa familia de Dios que es la parroquia.
“Los cristianos no nacen: se hacen,” y sabemos que oficialmente se hacen en el santo bautismo. En el agua renacemos a la vida espiritual como cristianos, pero ese renacer no es pura magia, no es incomprensible. En el bautismo imitamos a Cristo en su muerte y paso a una nueva vida como miembros de su Cuerpo, la Iglesia. Dice San Pablo,
¿Ustedes no saben que todos los que fueron sumergidos en Cristo Jesús, fueron sumergidos en su muerte? Así, al ser sumergidos en la muerte, fuimos enterrados con él para que igual que Cristo fue levantado de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros tengamos vida nueva (Ro 6:1-3).
Así el bautismo expresa, además del perdón de los pecados, nuestro renacer a una vida nueva en la cual se va transformando el corazón de cada uno de nosotros. Y claro, esta transformación continúa toda la vida.
Visto así, el discipulado es un proceso de reorientación de la persona hacia Dios. Un proceso que comienza, en el caso de adultos a bautizarse, antes del bautismo. En el caso de los bebés, comienza con sus padres, pues al bebé le damos un “pase” basado en la fe y el compromiso de sus padres, para que crezca entre nosotros como miembro pleno de la comunidad, comulgando desde su bautismo.
Este proceso de preparación bautismal nos sirve como modelo de discipulado a través de toda nuestra vida, y también como modelo para acoger, apoyar y acompañar a nuevos miembros de la parroquia. El discipulado es una trayectoria de varios meses que puede tomar lugar en las parroquias desde el 5 de Agosto hasta el día de Pentecostés. Consiste de cuatro etapas:
I Evangelización y bienvenida
II Discipulado propiamente dicho
III Preparación intensa
IV Abrir el Tesoro
Etapa I: La evangelización y bienvenida a la parroquia
La base del discipulado es la evangelización. ¿Qué es eso? Evangelizar significa proclamar el evangelio. Pero ¿qué es el evangelio? El evangelio no es simplemente la biografía de Jesús porque él no le decía a la gente: “Fíjense, yo nací en un pesebre y me visitaron pastores y magos y me trajeron unos regalos bien raros”. El Evangelio es el buen mensaje, la buena noticia, el buen anuncio que proclamaba Jesús. San Marcos lo define así: “Jesús bajó a Galilea anunciando la buena noticia de Dios y diciendo que se había cumplido la hora y que el Reino de Dios estaba cerca; que cambiaran de corazón y confiaran en el buen mensaje” (Mc 1:14-15).
El evangelio es el buen mensaje que el Reino está cerca. Pero, ¿para quién es esto una buena noticia? Y ¿por qué si era tan buena noticia, crucificaron al mensajero? ¿Quién se desvelaba añorando que Dios llegara para hacerse cargo como Rey? No Herodes, ni Pilatos ni el emperador. Ni los sacerdotes, compinches de los invasores romanos en Palestina.
No. La buena noticia de que el Reino de Dios está cerca es buena para los que viven día a día con malas noticias. Para el desahuciado, para la mujer hambrienta, los nadie, los sin luz y agua, los explotados y discriminados, para los abusados, para los que el mundo desprecia y considera basura. También para los que no aguantamos un día más de gobernantes corruptos. El evangelio es la noticia que el mundo que Dios quiere ya viene. Viene. Porque no vamos al Reino. Lo pedimos en el Padrenuestro: “venga tu Reino”. ¡Aquí, pronto! Así, el evangelio afecta a todos y es esperanza para todos, pero especialmente para los que viven en malas noticias, y no es solamente un consuelo espiritual, sino una visión de este mundo transformado por la justicia, la paz y el amor.
La proclamación de esta buena noticia de Dios no consiste en hablar mucho sobre nuestra fe, sino de ir sanando el mundo, librándolo de su esclavitud, del egoísmo, de la explotación de otros, de la mentira, etc. Por eso, anunciar la buena noticia al hambriento es darle comida. A la mujer abusada, encontrarle un refugio donde escapar de la tortura. Para el paciente de VIH-SIDA, cuidado médico. Para el adicto, rehabilitación. Para el ignorante, educación.
Ser discípulos no consiste en decir a cada rato: “Señor, Señor”, sino en hacer la voluntad de Dios, que quiere sanar el mundo que tanto ama. Cuando hacemos la buena noticia sanando el vecindario a nivel práctico y local, somos verdaderamente Cuerpo de Cristo resucitado, y como Él, anunciamos buenas noticias aquí, hoy.
Bienvenida: la parroquia anfitriona y acogedora
Imaginémonos una parroquia, digamos, San Marcos. Alguien del vecindario ha notado la buena noticia. Se llama Vicente: es un señor entrado en años. Vive solo. Hace cuarenta años que no pisa una iglesia.
Un domingo durante las oraciones del pueblo, su vecino Miguel ora: “por Vicente, mi vecino, que tiene cáncer”. En el ofertorio, la gente trae al altar no solo pan, vino y dinero, sino ropa y comida para distribuir. Después de misa, Miguel le pregunta a la reverenda: “reverenda, le puedo llevar a mi vecino un poco de esa comida? Y la reverenda le dice: “¡Claro que sí! Espérame, y vamos dos o tres contigo a visitar a Vicente.” Y le llevan dos bolsas de comida. Para Vicente, este es el primer momento de evangelización. El próximo domingo (¿o más tarde?) Miguel y su esposa lo traen a la Iglesia porque él quiere conocernos.
A veces no es tan fácil, y pasan semanas y hasta meses hasta que alguien quiere averiguar qué está pasando en “esa iglesia donde le dan de comer a la gente” –o lo que sea. La persona curiosa quiere saber dónde y cómo vivimos, y para servirla bien, debemos hablar ahora del segundo momento de evangelización: la primera visita a la parroquia.
Un domingo Vicente es recibido en la puerta por la reverenda misma (no tiene que estar en la sacristía porque su cofradía del altar es super). Si ella no puede, lo reciben “anfitriones” o “saludadores” que lo saludan, se presentan y lo conocen un poquito, y le encuentran asiento al lado de alguien que lo va a ayudar a seguir el servicio.
A final de la misa, los mismos anfitriones se paran al lado de la reverenda según se despide a la puerta, y una vez que Vicente la saluda, ella se lo pasa a un anfitrión que le ofrece… ¡café y galletas! y se lo presenta a varios miembros de la parroquia. Días después, Vicente le dice a Miguel: “Que buena gente es esa pastora, y la gente es bien chevere.”
Cuando Vicente llegó y se sentó, abrió el boletín y notó un aviso que decía:
“Bienvenido a la Iglesia San Marcos. ¡Nos honra con su presencia! Le invitamos a reunirse con la Reverenda Betty los domingos una hora antes de la misa para conocernos mejor”.
La Madre Betty está fielmente disponible todos los domingos. A veces se presenta una persona. A veces dos o tres. La reunión es amistosa, sencilla y se centra en los “nuevos.” Primero, la reverenda comparte su propia historia y los invita a compartir “quién soy y cómo llegué aquí.” Se van conociendo durante 3-4 reuniones hasta que se conocen todos y todas. A través de esta reunión el o la sacerdote está supliendo lo primero que buscan los “nuevos”, como los pollitos buscan la gallina: conocer al sacerdote. También está facilitando lazos de amistad entre los nuevos.
Al mes, la Madre anuncia: “Esta va a ser nuestra última reunión, porque la semana que viene empiezo un ciclo nuevo con personas aún más recién llegadas.” Los participantes ponen el grito en el cielo: “¿Cómo va a ser? ¡Tan bueno que es esto!” Pero la madre es firme y les dice: “Pero pueden seguir reuniéndose, porque tenemos un grupo de discípulos y están bienvenidos a conocerlos y reunirse con ellos. Después de misa les presentaré a los líderes de ese grupo”.
Y así es. Daniel y Sara son los catequistas que lideran el grupo de discipulado. Después del servicio, la madre se los presenta a Vicente, quien pregunta: “¿Y qué hacen en ese grupo?” “Es chevere,” le contesta Sara. “Somos como ocho personas, y nos reunimos los miércoles a las 6 PM. Escuchamos la Palabra y compartimos lo que significa para nosotros. Le hemos puesto el nombre “Grupo Galilea.” “¡Ven a ver!” Vicente sonríe, casi seguro de que no va a asistir.
Pero el miércoles, decide ir (Miguel se lo recuerda). Allí conoce a Pedrito, un adolescente que se prepara para su bautismo. A Félix y Perpetua, que quieren bautizar a su bebé, Crisol. A Juana, que se va a confirmar, y a Bartolo, quien era católico pero se va a recibir en la Iglesia Episcopal. También está Julia, bautizada como episcopal, pero que había dejado la Iglesia hace veinte años y ahora se prepara para reafirmar solemnemente su pacto bautismal ante el Obispo.
Vicente comienza su discipulado en el Grupo Galilea. A las pocas semanas, ha decidido que le gusta, ha empezado a hacer amistades y decide comprometerse con este proceso de exploración de la vida cristiana en comunidad.
Daniel y Sara, los catequistas del grupo, se lo informan a la Reverenda. El próximo domingo tienen una sorpresa para Vicente. Sara le explica que la parroquia le quiere dar una bienvenida especial, y Vicente vuelve a casa, entusiasmado y un poquito ansioso.
Etapa II: El discipulado, propiamente dicho
En esta etapa los discípulos o participantes en el programa se reúnen semanalmente, reflexionan sobre sus vidas a la luz de la Palabra de Dios. Esta es probablemente la etapa más larga del proyecto. Las sesiones no deben convertirse en “clases” en las que un “experto” dicta pláticas de teología, historia, etc., sino que son oportunidades para que los participantes compartan su experiencia de vida unos con otros. De vez en cuando es posible que surja alguna inquietud intelectual. En tal caso, los líderes del grupo deben planificar una clase especial sobre el tema (no en lugar de la reflexión bíblica, sino en otra ocasión), quizás llevada a cabo por la reverenda u otra persona idónea..
El programa de discipulado no es solamente un proceso de transformación individual, sino también una escuela para vivir en comunidad. Por eso es muy importante que los participantes se vayan conociendo y creando amistad. Para facilitar esto existen las “reglas del juego” que ayudan a crear un “espacio seguro” en el cual los participantes puedan cada día ser más abiertos y francos.
Los padrinos y madrinas Cuando los y las discípulos se comprometen a ser parte del Grupo Galilea, se escoge un padrino o una madrina de la congregación para acompañarlos en su trayectoria. No hay límite al número de padrinos y madrinas para los sacramentos. Por eso siempre es buena idea asignar un padrino o madrina adicional de la parroquia, quizás la persona que facilitó la llegada del participante (ejemplo, “Miguel”), pero es más importante asignar a alguien comprometido que asista a las sesiones de discipulado fielmente y que verdaderamente se dedique a apoyar a la o el candidato.
El grupo de reflexión bíblica (“Grupo Galilea”)
Reglas del Juego
- Lo que se dice aquí se queda aquí (confidencialidad).
- No comparta lo que no quiere compartir (responsabilidad propia).
- Cada persona habla sobre su propia experiencia, no sobre la de otros.
- Todas las opiniones son válidas. Se oyen y no se discuten (diversidad de opiniones).
- Los catequistas, como líderes, deben velar porque se observen estas pautas.
El Método de reflexión bíblica: Los participantes y sus líderes de grupo (“catequistas”) deciden el lugar y la hora que más les convenga, pero debe ser regular, siempre el mismo día, lugar y a la misma hora. Las sesiones incluyen lo siguiente:
- Bienvenida: La o el catequista le da la bienvenida a todos y puede comenzar la sesión con una breve oración.
- Reglas del Juego: El o la catequista repasa las normas para la sesión (ver arriba).
- Lectura I del relato bíblico: Una mujer lee el evangelio del próximo domingo. Catequista: “¿Qué palabra, frase o imagen les intrigó, les conmovió o les emocionó?” Rápidamente, cada participante comparte su palabra o frase.
- Lectura II del mismo relato: Un hombre lee el mismo pasaje, quizás usando una versión diferente de la Biblia. Catequista: “Me pregunto cuándo Uds. han estado en una situación similar? Por ejemplo, yo…” (esta es la parte más larga de la reunión).
- Lectura III del mismo pasaje. Una mujer lee el relato una vez más. Catequista: “¿Cómo quiere Dios que cambies según este pasaje?”
- Oración: La reunión termina en una de las siguientes maneras:
-
- Cada persona ora en voz alta por la persona a su derecha, comenzando con el/la catequista.
- Todos dicen el Padrenuestro.
- El o la catequista ora por cada persona imponiéndole las manos.
Despedida: Se comparte la hora y día de la próxima reunión.
Según los nuevos discípulos van reuniéndose semana tras semana, comienzan a desarrollar las cuatro destrezas del cristiano maduro:
- Cómo interpretar la Palabra de Dios y aplicarla a su vida.
- Cómo participar plena y activamente en la liturgia.
- Como aprender a orar y desarrollar hábitos de crecimiento espiritual.
- Cómo servir a los pobres y más necesitados.
La interpretación de la Palabra de Dios. En la reunión del grupo de reflección bíblica, los líderes dicen poco. En vez de hablar mucho, ayudan a los participantes a reflexionar sobre el evangelio del siguiente domingo, posiblemente usando varias traducciones. A veces el evangelio es demasiado abstracto y pueden sustituirlo con otra lectura asignada.
Se lee el relato tres veces, primero por una mujer, luego por un hombre y finalmente por una mujer para facilitar la participación más activa de las mujeres. Los discípulos escuchan la Palabra preguntando: “¿Qué me dice Dios en este relato sobre mi vida?” y “¿Cómo quiere Dios que yo cambie? ¿Cómo me está invitando a vivir de una manera nueva? ¿Qué decisión concreta voy a tomar esta semana para responder a esta invitación?” etc.
La participación plena y consciente en la liturgia. En el discipulado logramos esto de dos maneras: la primera es que los y las discípulas van a participar en la eucaristía todas las semanas. La segunda es que diseñamos la liturgia teniendo en mente a la persona nueva y no para Doña Reparada, que lleva 20 años en la primera banca al lado izquierdo. Por eso, en la planificación de la liturgia, el o la sacerdote y su comité de liturgia deben preguntarse: “¿Cómo experimenta esto el visitante?” ¿Cómo sabe el visitante qué hacer? ¿Cómo podemos ayudarle a participar mejor? Pues la liturgia es una acción de la asamblea entera, facilitada por diferentes tipos de ministros: sacerdotes, diáconos, lectores, acólitos, coro, anfitriones, etc. La liturgia misma es un ensayo y una expresión de nuestra vida en comunidad.
El desarrollo personal de hábitos de oración y espiritualidad ¿Cómo crece uno espiritualmente? Podríamos hablar mucho, pero básicamente los cristianos siempre hemos oramos en privado. El Padrenuestro, por lo menos, mañana y noche. Para el cuarto siglo, ya nos reuníamos mañana y tarde para alabar a Dios con himnos y salmos. Así nació el Oficio Diario. Si primero el Padrenuestro era una oración individual, después se convirtió en algo comunitario, no solo entre monjes, sino entre la gente que pasaba por la iglesia rumbo al trabajo, y de regreso. Dependiendo de la situación de la congregación, bien podríamos explorar el Oficio Diario, quizás no todos los días, sino por temporadas. Además, para familiarizar a los participantes con el Oficio, podemos tener la reunión del “Grupo Galilea” dentro del Oficio Diario, por ejemplo, dentro de la Oración Vespertina.
Otro recurso para crecer espiritualmente es compartir materiales sobre cómo desarrollar una Regla de Vida. También podemos ofrecerles a los grupos de discipulado un retiro con el Obispo, especialmente durante la Cuaresma (o Adviento).
Servir a las pobres y más necesitados. El proyecto de discipulado asume que la parroquia ya tiene ministerios a los necesitados. Depende de la parroquia decidir cómo y en qué forma, y la organización de estos ministerios a los pobres y oprimidos es función de los diáconos debido a su ordenación. Si no hay diácono, ¡prepárense los sacerdotes a trabajar doble! Parte del discipulado, pues, es unirse a la parroquia en sus ministerios de justicia social. Si la parroquia tiene más de un ministerio a los más necesitados, los y las discípulos los deben experimentar cada uno por varias semanas.
Según van desarrollando estas cuatro destrezas, los y las discípulas van experimentando también plenamente lo que significa e implica ser miembros del Cuerpo de Cristo.
Eventualmente, tras varios meses, llega el día en que los discípulos empiezan a decir: “yo antes… pero ahora…”. Esto es una señal de que el o la discípula está experimentando un cambio en su vida. Puede ser diminuto o bastante grande. Cuando los participantes, sus padrinos, catequistas y el clero deciden que el discípulo ha madurado bastante, eventualmente, entonces, y no antes, se decide el día del bautismo, confirmación, recepción, etc. El Proyecto de Discipulado está organizado para culminar en la Pascua y los cincuenta días que le siguen hasta Pentecostés. Por tanto es ideal que se celebren los bautizos en la Vigilia Pascual (o al día siguiente, si fuera necesario). Los otros sacramentos (confirmación, recepción, renovación solemne de votos bautismales) pueden ser celebrados durante estos cincuenta días.
Etapa III: Preparación Intensa
En esta etapa los candidatos y candidatas para los sacramentos, quienes han venido explorando seriamente la vida cristiana en comunidad, empiezan a tener consciencia de cómo Dios los llama a cambiar o crecer. Identifican cambios que desean hacer en sus vidas personales, –muy pequeños o de mayor consecuencia. A través del examen de conciencia, el ayuno, la oración, el servicio a los pobres, la limosna y otras disciplinas privadas, se preparan más intensamente para los sacramentos. Este período de preparación fue una de las bases de lo que hoy llamamos la cuaresma. Normalmente el período toma más o menos seis semanas.
La imagen central de esta etapa es el regreso o cambio hacia Dios. Los participantes empiezan a decir cosas como: “Miren, antes yo le gritaba mucho a los nenes, y estoy notando que les grito menos” o “Yo antes no le prestaba mucha atención a mi esposa, pero en los últimos meses estoy tratando de cambiar eso”, etc. Los corazones y mentes de los discípulos están siendo transformados. Aquí cabe también una reflexión (¿quizás por el sacerdote?) sobre cómo Dios nos ha perdonado ya a todos en la muerte y resurrección de Cristo, y cómo es necesario reconocer nuestra necesidad del amor de Dios para aceptar ese perdón que Dios nos quiere dar.
En el siglo IV, cuando todos creían en la existencia de malos espíritus en todas partes, se practicaba el exorcismo de los candidatos. Hoy sucede lo mismo, pero de manera diferente. Hoy los espíritus no son fantasmas que vuelan por el aire, ni dioses malos, ni astros, sino actitudes, adicciones, impulsos y hábitos de nuestra vida interior y de la sociedad. ¡Y no estamos menos esclavizados por ellos! “Miren”, dice un participante, “yo no puedo dejar de jugar a los gallos. A la verdad me molesta la violencia, pero cada oportunidad de ganarme más pesos, me conquista”. O, “yo no puedo dejar de irme de compras. Me embrollo, pero no puedo librarme de eso.” O, “me estoy dando cuenta de que tengo que librarme del miedo a mi jefe abusador y confrontarlo sobre su acoso sexual.” Por eso hay en el Libro de Ritos Ocasionales, oraciones por los participantes que piden a Dios que los libre de diferentes cosas, –y las mismas se pueden editar para ser más personales.
Si al comenzar esta etapa los candidatos aún no tienen padrinos y/o madrinas, se deben seleccionar cuanto antes, para que puedan acompañar a sus ahijados y ahijadas en la preparación intensiva, porque necesitan apoyo.
Esta es también la etapa adecuada para hablar de la confesión –tanto en la liturgia como privada, recalcando siempre que el perdón de Dios es incondicional, siempre a disposición y siempre completo. La confesión nos abre a recibir ese amor misericordioso e infinito.
Cuando hay candidatos para el bautismo en la Pascua, se pueden usar con permiso del Obispo, las lecturas del año A.
También en esta etapa se les puede entregar solemnemente a los candidatos para el Bautismo el Credo y el Padrenuestro en la Eucaristía dominical, y el Pacto Bautismal (escrito) a los que se van a confirmar, recibir, etc.
En breve, en la preparación intensa, los candidatos examinan sus vidas, deciden cómo Dios los llama a cambiar y se apoyan mutuamente con sus padrinos y madrinas según se acerca el gran día.
Etapa IV: Abrir el Tesoro
La cuarta etapa del discipulado es la reflexión de los candidatos sobre su experiencia de los sacramentos que acaban de celebrar. A través de todo el discipulado, los nuevos discípulos se han ido preparando para una experiencia profunda: la celebración del bautismo, confirmación o recepción a la Iglesia Episcopal, o hasta quinceañeras o bodas. Gracias a este proceso, estos sacramentos ofrecen una experiencia mucho más profunda, rica y compleja de lo que estamos acostumbrados, con bautizos rápidos y confirmaciones sin preparación.
Esta experiencia profunda de los sacramentos es el tópico central de esta etapa de “abrir el tesoro” de los múltiples significados que las personas encuentran en su experiencia de la liturgia. ¿Por qué no lo hacemos antes? Porque no la han experimentado plenamente. Sería bastante ridículo, por ejemplo, preguntarles a los novios, meses antes de la boda: “¿Qué significa su luna de miel para ustedes?” cuando todavía no la han experimentado. Es ahora, después que han experimentado el baño sagrado, la imposición de manos por el Obispo o la recepción a nuestra Iglesia, es ahora que pueden verdaderamente explorar y compartir lo que esta experiencia significa para ellos.
Por eso la reflexión del Grupo Galilea en esta etapa no es sobre la Biblia, sino sobre los sacramentos. El bautismo, y su extensión –confirmación, recepción y eucaristía. La pregunta clave no es: “¿Cual es la teología oficial de la Iglesia Episcopal sobre la Eucaristía?”, sino “Dime, hace veinte años que no ibas a Misa y comulgabas. ¿Cómo te fue?” O (a un recién bautizado): “¿Quieres compartir tu experiencia del bautismo, cuando te quitaron la ropa, cuando entraste al agua, cuando el sacerdote te hundió tres veces en nombre de la Santísima Trinidad, cuando saliste, cuando te ungieron, cuando te secaron tus padrinos y te vistieron con ropa nueva, cuando la asamblea te dio la bienvenida, cuando oraste con nosotros los fieles, cuando comulgaste?
A estas sesiones de discipulado es tradición invitar a toda la parroquia a observar y oír, y a celebrar lo que Dios está logrando entre todos nosotros: vidas nuevas. Todos necesitamos explorar el significado de la liturgia -un proceso que toma toda la vida.
En estas sesiones de “abrir el tesoro”, Dios nos hace un regalo doble: primero, la congregación, al ver y oír cómo los nuevos discípulos experimentan la liturgia, es formada también en su discipulado. Ven y oyen qué significa ser cristianos, miembros de la Iglesia, no en teorías teológicas sino en carne viva. Esto revive la vida espiritual de la parroquia tremendamente. Segundo, según algunos discípulos se van expresando, a veces sin haber estudiado nada, dan voz a significados teológicos históricos y profundos. Citan a San Agustín sin saberlo, ejemplo: “al comulgar sentí que soy lo que me como”, o a Cirilo de Jerusalén: “cuando salí del agua en traje de baño, no sentí ninguna vergüenza. Al revés, estaba como Eva en el paraíso” –como nos dijo una mujer que se había avergonzado de su cuerpo toda su vida.
Es buena idea, para facilitar el compartir, tomar un video de la celebración sacramental y verlo juntos, entre risas y llantos, durante este período, el cual debe ser festivo. La atmósfera es menos seria. La interacción es más relajada y hasta fiestera.
En estas celebraciones del tesoro, la comunidad entera comienza a contemplar y a apreciar más profundamente lo que Dios está haciendo entre sus miembros a través de la liturgia: entrenandonos, semana tras semana, para vivir en el Reino de Dios. Aquí, ahora, en nuestro vecindario.
El ensayo del Reino que es la liturgia, es la representación simbólica de nuestro sentido del Reino de Dios aquí y ahora. Por eso, en esta etapa caben también preguntas como: “Díganme, cuando llegue el Reino de Dios a su vecindario, ¿qué será diferente? ¿Qué habrá cambiado? A veces los más pobres son los que tienen las respuestas más exactas. Me dicen: “Va a haber una escuela mejor, con buenos maestros”, o “van a poner un semáforo en aquella esquina”, o “vamos a respetarnos y tratarnos todos igual como hijos de Dios”, o “los primeros van a ser últimos y los últimos primeros”, etc. Estas respuestas pueden y deben ser notadas, sobre todo por los diáconos, ya que a menudo presentan una posible agenda para la acción social en el vecindario. También deben ser notadas por el sacerdote y su comité de liturgia de la parroquia, porque para diseñar una experiencia litúrgica que sea verdadero ensayo del Reino, es necesario saber en detalle cómo la congregación lo visualiza.
Resulta, pues, que no solo la Biblia, sino que la liturgia también nos forma. A través de acciones simbólicas, la liturgia presenta una experiencia sentida (y nos solo pensada) de la vida cristiana ideal –del Reino de Dios en nuestros cuerpos. Así, la liturgia forma nuestras actitudes hacia la vida en general, pero también en áreas concretas: las diferencias de género, las diferencias de clase social, el liderazgo, hacia el prójimo –¿Cómo nos relacionamos con el vecindario como individuos y como parroquia?
Segunda Parte: RITOS DEL DISCIPULADO
El programa de discipulado progresa por etapas marcadas por ritos. Una vez que los participantes se comprometen a explorar la vida cristiana en comunidad, se celebra el rito de bienvenida. Puede celebrarse cualquier domingo; en algunas parroquias se celebra al comenzar el año escolar. Para más detalles, por favor referirse al Libro de Ritos Ocasionales de la Iglesia Episcopal.
NOTA: Los ritos de bienvenida y elección de catecúmenos (jóvenes y adultos que se preparan para el santo bautismo) tienen su propia integridad y no deben intercalarse con los otros. Si hay candidatos adultos o niños mayores para el bautismo, sus ritos se celebran siempre primero, seguidos inmediatamente por los ritos para padres de bebés e infantes a bautizar, y entonces para los candidatos a la confirmación, recepción o reafirmación del Pacto Bautismal.
I RITOS DE BIENVENIDA
- Admisión de candidatos para el Bautismo (Catecúmenos)
Antes o después del Credo, el (la) Presidente invita a los que han de ser admitidos como catecúmenos a pasar al frente con sus padrinos. El (la) Presidente se dirige entonces a los que han de ser admitidos. La pregunta puede hacérsele a todos en conjunto o a cada persona individualmente:
Presidente: ¿Qué buscan?
Respuesta: La vida en Cristo. (Los aspirantes pueden extenderse en la respuesta con sus propias palabras).
Presidente: Jesús dijo, “El primer mandamiento es este: Oye, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. El segundo es este: amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún otro mandamiento mayor que estos”. ¿Aceptas(n) estos mandamientos?
Respuesta: Los acepto.
Presidente: ¿Asistirás(n) regularmente al culto público de Dios, y abrirás(n) tus oídos para oír la Palabra de Dios?
Respuesta: Así lo haré con el auxilio de Dios.
Presidente: ¿Abrirás tu corazón y mente para recibir la Buena Nueva de Jesucristo?
Respuesta: Así lo haré con el auxilio de Dios.
Presidente: (a los padrinos) Ustedes, que apadrinan a estas personas, ¿las apoyarán con la oración y el ejemplo, y les ayudarán a crecer en el conocimiento y amor de Dios?
Padrinos: Los apoyaremos y les ayudaremos.
Los que han de ser admitidos se arrodillan. Los padrinos permanecen de pie y ponen la mano sobre el hombro de la persona que apadrinan, mientras el (la) Presidente extiende una mano hacia ellos y dice:
Dios todopoderoso, nuestro Padre celestial, quien ha puesto en sus corazones el deseo de buscar la gracia de nuestro Señor Jesucristo, les conceda el poder del Espíritu Santo para perseverar en esta intención y crecer en fe y en entendimiento.
Pueblo: Amén.
Cada uno de los que ha de ser admitido es presentado por su nombre al (a la) Presidente, quien hace la señal de la cruz en la frente de cada uno, diciendo:
N., recibe la señal de la cruz en tu frente y en tu corazón, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Pueblo: Amén.
Los padrinos también hacen la señal de la cruz en la frente de los catecúmenos. Los catecúmenos y los padrinos regresan a sus asientos.
La liturgia continúa con la Oración de los Fieles, en el curso de la cual se intercede por los nuevos catecúmenos por nombre.
Bienvenida a padres y padrinos para el bautismo de infantes y niños pequeños. Antes o después del Credo, el (la) Presidente invita a los padres y padrinos de infantes y niños pequeños que han de ser bautizados. El rito asume que los padres han sido bautizados. Si no están bautizados, es apropiado que los padres sean admitidos como catecúmenos (candidatos adultos al bautismo) valiéndose de la fórmula arriba indicada. A los niños de edad catequética se les admite como catecúmenos valiéndose de la fórmula arriba indicada, en lugar de este rito.
El (La) Presidente puede explicar brevemente el propósito de la ocasion.
El(La) Presidente se dirige entonces a los padres y padrinos. Puede hacerse la pregunta a todos colectivamente o a cada persona en particular:
Presidente: ¿Qué buscas para ti y para tu(s) hijo(s)?
Respuesta: La vida en Cristo. (Los padres pueden extenderse en la respuesta en sus propias palabras).
Presidente: Jesús dijo, “El primer mandamiento es este: Oye, Israel: el Señor nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. El segundo es este: amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún otro mandamiento mayor que estos”. ¿Aceptas(n) estos mandamientos?
Respuesta: Los acepto.
Presidente: En el Bautismo, ustedes murieron con Cristo a las fuerzas del mal y resucitaron con Cristo como miembros de su Cuerpo. ¿Estudiarán los compromisos del Bautismo y lucharán por guardarlos en la compañía de esta comunidad?
Respuesta: Así lo haré con el auxilio de Dios.
Presidente: ¿Abrirán sus corazones y mentes para recibir la Buena Nueva de Jesucristo?
Respuesta: Así lo haré con el auxilio de Dios.
Presidente: ¿Asistirán regularmente al culto público para oír la Palabra de Dios y celebrar el misterio de la muerte y resurrección de Cristo?
Respuesta: Así lo haré con el auxilio de Dios.
Presidente: ¿Se unirán a nosotros en nuestra vida de servicio a los débiles y los marginados?
Respuesta: Así lo haré con el auxilio de Dios.
Presidente: ¿Trabajarán por la justicia y la paz?
Respuesta: Así lo haré con el auxilio de Dios.
Presidente: (a la congregación) ¿Apoyarán a estas personas con sus oraciones y con su ejemplo, y las ayudarán a crecer en el conocimiento y amor de Dios?
Congregación: Las apoyaremos y las ayudaremos.
El (La) Presidente extiende las manos sobre los padres y los padrinos y dice:
Dios, nuestro Padre celestial, les conceda el poder el Espíritu Santo para crecer en la fe y en el conocimiento de manera que puedan conducir a sus niños en el camino de Cristo. Amén.
Cada uno de los niños es presentado por nombre al (a la) Presidente, quien, con el pulgar, le hace una cruz en la frente a cada uno, a la vez que dice:
N., recibe el signo de la Cruz en tu frente y en tu corazón, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Los padres y padrinos regresan a sus sitios.
La liturgia continúa con la Oración de los Fieles, en el curso de la cual se ofrece una oración por los nuevos catecúmenos por nombre.
Bienvenida a candidatos a la Confirmación, o Recepción, o Reafirmación del Pacto Bautismal.
Si ha de tomar lugar también la bienvenida a candidatos adultos y niños mayores para el bautismo, es preferible que esta bienvenida de candidatos a la Confirmación, la Recepción o la Reafirmación de los votos bautismales tenga lugar en la misma celebración.
Después que los catecúmenos son signados con la cruz por el (la) Presidente y los padrinos, los candidatos a la solemne renovación de sus promesas bautismales (Confirmación, Recepción y Reafirmación de votos bautismales) pasan al frente con sus padrinos. Si no hay catecúmenos en la parroquia, este rito tiene lugar después del Credo en la Eucaristia principal de un domingo.
El (La) guardián(a) mayor u otro representante de la comunidad presenta los candidatos al (a la) Presidente con estas palabras u otras semejantes:
N., te presentamos a N. y N., que son miembros bautizados del Cuerpo de Cristo al emprender un proceso de preparación para renovar su Pacto Bautismal.
Presidente: (a cada candidato(a) ¿Qué buscas?
Respuesta: Una vida más profunda en Cristo.
Presidente: En el Bautismo, murieron con Cristo a las fuerzas del mal y resucitaron a una nueva vida como miembros de su Cuerpo, la Iglesia. ¿Estudiarás las promesas hechas en tu Bautismo, y se esforzarán en cumplirlas en la compañía de su comunidad?
Respuesta: Así lo haré con el auxilio de Dios.
Presidente: ¿Asistirán regularmente al culto de Dios con nosotros, para oír la Palabra y celebrar el misterio de la muerte y resurrección de Cristo?
Respuesta: Así lo haré con el auxilio de Dios.
Presidente: ¿Se unirán con nosotros en nuestra vida de servicio a los pobres y los marginados y trabajarán por la justicia y por la paz?
Respuesta: Así lo haré con el auxilio de Dios.
Presidente: (a los padrinos/compañeros y amigos) Ustedes han sido elegidos por esta comunidad para servir de compañeros a estas personas. ¿Les apoyarán con la oración y el ejemplo y les ayudarán a crecer en el conocimiento y amor de Dios?
Padrinos: Les apoyaremos y les ayudaremos con la ayuda de Dios.
Presidente: Oremos ahora (por aquellos que se preparan para el Bautismo y) por estos candidatos a la Confirmación, la Recepción o la Reafirmación de los votos bautismales.
La liturgia prosigue con la Oración de los Fieles.
II Ritos de Inscripción
Aproximadamente seis semanas antes del Bautismo, Confirmación, Recepción, etc., se celebran los ritos de inscripción de candidatos para estos sacramentos. Generalmente esto sucede el primer domingo de Cuaresma para bautizos en la Pascua.
La Inscripción de candidatos adultos o niños mayores para el Santo Bautismo El libro grande en que se registran los nombres de los(las) candidatos al Bautismo se coloca donde pueda verse y usarse fácilmente.
Antes o después del Credo, a los candidatos que han de inscribirse se les invita a pasar al frente con sus padrinos. Un(a) catequista u otro representante laico de la congregación se los presenta al (a la) Obispo(a) o sacerdote.
N, Te presento a N.N., N.N. (etc.) quienes han sido fortalecidos por la Palabra de Dios y sostenidos por el ejemplo y las oraciones de esta congregación, y te pido que sean inscritos como candidatos al Santo Bautismo.
Presidente (a los padrinos): ¿Han sido asiduos en la asistencia al culto público de Dios y en oír la Palabra de Dios y reflexionar sobre ella?
Padrinos: Lo ha(n) sido.
Presidente: ¿Han sido receptivos de corazón y mente para encontrar y seguir el llamado de Cristo en sus vidas diarias?
Padrinos: Lo ha(n) sido.
Presidente: (a los padrinos y a la congregación) Con Dios como testigo, ¿quieren ustedes que estos catecúmenos se inscriban como candidatos al Santo Bautismo?
Respuesta: Lo queremos.
Presidente: (a cada catecúmeno(a) ¿Quieres ser bautizado?
Catecúmeno(a): Lo quiero.
Después de habérselo preguntado a todos, el (la) Presidente dice entonces:
En el nombre de Dios, y con el consentimiento de esta congregación, los recibimos como candidatos al Santo Bautismo. Les invito a escribir su(s) nombre en este libro, para quedar inscritos formalmente.
Los candidatos entonces escriben públicamente sus nombres en el libro o, si fuere necesario, alguien más puede escribir los nombres. Cada nombre se lee en alta voz en el momento de inscribirlo.
Oraciones del Pueblo
Si la Gran Letanía no ha precedido a la Eucaristía, la letanía que sigue puede servir como Oración de los Fieles, o puede usarse alguna otra forma de la Oración de los Fieles (tal como se describe en la pág. 305 del Libro de Oración Común). Si la Gran Letanía ha precedido a la Eucaristía, se usa aquí la siguiente letanía, omitiendo las peticiones indicadas.
Los candidatos permanecen juntos al frente de la iglesia, mientras el (la) Diácono(a), u otra persona asignada, dirige las oraciones:
Oremos por estos candidatos, y por todos los que se preparan para el Santo Bautismo, diciendo, «Guíanos en tu gracia».
Por N. y N., para que recuerden este día y permanezcan por siempre agradecidos de esta bendición. Te rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.
Porque se unan a nosotros en obras de justicia, misericordia y abnegación. Te rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.
Por sus catequistas, que puedan darles a conocer las riquezas de la Palabra de Dios. Te rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.
Por su(s) padrino(s), para que muestren en sus vidas a estos candidatos un modelo de vida a seguir conforme al Evangelio. Te rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.
Por sus familias y amigos, para que no pongan ningún obstáculo en el camino de estos candidatos, sino que los ayuden a seguir los dictados del Espíritu. Te rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.
Por esta congregación, para que [durante esta estación de Cuaresma], podamos abundar en amor y perseverar en la oración. Te rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.
**Por nuestro(a) obispo(a), y por todo el clero y el pueblo. Te rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.
**Por nuestro Presidente, por los líderes de las naciones y por todos los que ejercen autoridad. Te rogamos, oh Cristo, Guíanos en tu gracia.
**Por los enfermos y los afligidos, y por los que se encuentran en necesidad y tribulación. Te rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.
**Por __________. Te rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.
**Por todos los que han muerto en la esperanza de la resurrección y por todos los difuntos. Te rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.
**En la comunión de [__________ y de todos] los santos, encomendémonos los unos a los otros y toda nuestra vida a Cristo nuestro Dios.
Ahora y por siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Silencio
Presidente (con manos extendidas sobre los candidatos). Compasivo y misericordioso Jesús, protector de todos los que vienen a ti y vida de los que en ti confían, te pedimos por N. y N., que desean la gracia del renacimiento espiritual en el sacramento del Santo Bautismo. Acógelos, oh Cristo, como tú prometiste al decir: “pidan y se les dará; busquen y encontrarán; toquen y se les abrirá” para que reciban la bendición de tu lavado espiritual, experimenten el gozo de tu gracia abundante y entren en la vida eterna que has prometido; por ti que has vencido los poderes de las tinieblas y que con el Padre y el Espíritu Santo vives y reinas, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén.
Los candidatos regresan a sus sitios y la liturgia continúa con la Confesión de Pecados o con la Paz.
La Inscripción de infantes y niños pequeños para el Santo Bautismo El libro grande en que se registran los nombres de los candidatos al Bautismo se coloca donde pueda verse y usarse fácilmente.
Antes o después del Credo, se invita a los padres, los padrinos y los candidatos a pasar al frente. Un(una) catequista, u otro representante laico de la congregación, presenta los candidatos al (a la) Obispo(a) o sacerdote.
Te presento a N., N. y N. y te pido que sean inscritos como candidatos al Santo Bautismo.
Presidente: (a los padres y padrinos): ¿Han asistido regularmente al culto para oír la palabra de Dios y celebrar el misterio de la muerte y resurrección de Cristo?
Padres y padrinos: Hemos asistido.
Presidente: ¿Han participado en nuestra vida de servicio a los pobres y los marginados y han laborado en pro de la misericordia y la justicia?
Padres y padrinos: Hemos participado y colaborado.
Presidente: (a la congregación): Con Dios como testigo, ¿quieren que estos niños sean inscritos como candidatos para el Santo Bautismo?
Respuesta: Queremos.
Presidente: (a cada padre o madre) ¿Quieres el Bautismo para tu hijo(a)?
Padre o madre: Sí lo quiero.
Habiéndole preguntado a todos, el (la) Presidente dice: En el nombre de Dios, y con el consentimiento de esta congregación, les damos la bienvenida a sus niños como candidatos al Santo Bautismo. Ahora están invitados a escribir los nombres de ellos en este libro, de manera que puedan quedar formalmente inscritos.
Los padres escriben públicamente los nombres de sus hijos en el libro. Cada nombre es dicho en alta voz al momento de inscribirlo.
Si la Gran Letanía no ha precedido a la Eucaristía, la letanía que sigue puede servir como Oración de los fieles, o puede usarse alguna otra forma de la Oración de los Fieles (tal como se describe en la pág. 305 del Libro de Oración Común). Si la inscripción de un infante coincide con la inscripción de candidatos adultos, las peticiones con un solo asterisco se incorporan al rito de la Letanía de la Inscripción.
Si la Gran Letanía ha precedido a la Eucaristía, se usa aquí la siguiente letanía, omitiendo las peticiones marcadas con dos asteriscos.
Oraciones del Pueblo
Los candidatos permanecen juntos ante el altar, mientras el (la) Diácono(a), u otra persona asignada dirige las oraciones:
Oremos por estos candidatos, y por todos los que se preparan para el Santo Bautismo en esta temporada.
*Que puedan crecer en conocimiento y amor a ti, te rogamos, Señor. Señor, escucha nuestra oración.
Por sus padres, para que puedan darles a conocer las riquezas de tu Palabra, te rogamos, Señor. Señor, escucha nuestra oración.
Que a su debido tiempo puedan unirse a nosotros en obras de justicia y de misericordia, te rogamos, Señor. Señor, escucha nuestra oración.
Por sus padrinos, para que en sus vidas muestren a estos candidatos un modelo de vida conforme al Evangelio, te rogamos, Señor. Señor, escucha nuestra oración.
Por esta congregación, para que podamos abundar en el amor y perseverar en la oración, te rogamos, Señor. Señor, escucha nuestra oración.
**Por nuestro(a) Obispo(a), y por todo el clero y el pueblo, te rogamos, Señor. Señor, escucha nuestra oración.
**Por nuestro Presidente, por los líderes de las naciones y por todos los que ejercen autoridad, te rogamos, Señor. Señor, escucha nuestra oración.
**Por los enfermos y los afligidos, y por los que se encuentran en cualquier necesidad o tribulación, te rogamos, Señor. Señor, escucha nuestra oración.
**Por _____, te rogamos, Señor. Señor, escucha nuestra oración.
** Por todos los que han muerto en la esperanza de la resurrección y por todos los difuntos, te rogamos, Señor. Señor, escucha nuestra oración.
** En la comunión de [_____ y de todos] los santos, encomendémonos los unos a los otros y toda nuestra vida a Cristo nuestro Dios.
A Ti Señor nuestro Dios.
Silencio
Presidente (extendiendo las manos sobre los candidatos). Compasivo y misericordioso Dios, protector de todos los que vienen a ti, vida de los que en ti confían. Acudimos a ti por estos padres que desean para sus hijos la gracia del renacimiento espiritual en el sacramento del Santo Bautismo. Concede que N. (N. y N.) puedan recibir la bendición de una nueva vida, crecer en la plena estatura de Cristo, conocer tu gracia abundante y entrar en tu eterno gozo, quien con el Hijo y el Espíritu Santo vives y reinas, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén.
Los candidatos, los padres y los padrinos regresan a sus asientos y la liturgia continúa con la Confesión de pecados o con la Paz.
La inscripción de candidatos para la Confirmación, la Recepción y la Reafirmación de los votos bautismales Este rito se usa en el oficio principal del primer domingo de Cuaresma, después de la inscripción de los candidatos al Bautismo en la Pascua, o bien aproximadamente seis semanas antes del sacramento para el cual se preparan los candidatos.
Después que los candidatos al Bautismo han firmado el libro, los candidatos a la Confirmación, Recepción y Reafirmación de los votos bautismales pasan al frente con sus padrinos.
El (La) guardián(a) mayor u otro representante de la comunidad presenta los candidatos con estas palabras u otras semejantes:
N., te presentamos a N., N., que han ahondado en nuestro llamado como cristianos y ahora desean prepararse más conscientemente para renovar su Pacto Bautismal.
Presidente: ¿Han estudiado las promesas hechas en su Bautismo y se han esforzado en cumplirlas en compañía de su comunidad y el resto de la Iglesia?
Padrinos: Así han hecho.
Presidente: ¿Han asistido regularmente al culto para oír la palabra de Dios y celebrar el misterio de la muerte y resurrección de Cristo?
Padrinos: Así han hecho.
Presidente: ¿Han participado en el servicio a los débiles y marginados, y han trabajado por la justicia y por la paz?
Padrinos: Así lo han hecho.
Presidente: (a los candidatos) ¿Se esforzarán en ser un ejemplo para nosotros (y especialmente a aquellos de entre nosotros que se están preparando para el Bautismo) como seguidores de Jesús?
Respuesta: Así lo haremos, con el auxilio de Dios.
Presidente: (a los padrinos) ¿Acompañarán a estos candidatos en su camino y les ayudarán a renovar su compromiso con Cristo?
Padrinos: Así lo haremos, con el auxilio de Dios.
Los candidatos permanecen juntos ante el altar mientras el (la) Diácono(a) u otra persona asignada, dirige las Oraciones del Pueblo en la página 16 con la siguiente adición:
Después de la petición, “Por N. y N., para que recuerden este día y permanezcan por siempre agradecidos de esta bendición. Te rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.”
Se añade:
Por estos candidatos a la Confirmación y la solemne renovación de sus promesas bautismales, para que puedan ser sostenidos por la gracia del Espíritu Santo, perseverar en el conocimiento del amor de Cristo y regocijarse de todas las obras de Dios, te rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.
Conclusión Le damos gracias a Dios por la recepción y auge que ha tenido el Proyecto de Discipulado y le pedimos que a través del mismo derrame su gracia sobre los participantes, sus madrinas y padrinos, catequistas y clero. Así, arando bien el terreno de sus almas, la semilla que es la Palabra de Dios, rendirá más fruto, creciendo como un grano de mostaza, hasta ser una gran arbusto que alberga a muchos, –signo y señal del Reino de Dios que ya brota entre nosotros.